LEPRA
LA ENFERMEDAD
DEL OLVIDO
EN LAS PROFUNDIDADES DEL BARRIO LA VICENTINA UNA COMUNIDAD VIVE EN SILENCIO
En
la Vicentina Baja, ubicada en el centro-oriente de Quito, se encuentra una antigua construcción conformada por grandes pabellones, junto con amplios jardines y una pequeña capilla; sin embargo, esta antigua hacienda guarda en sus adentros un lugar poco conocido por la sociedad.
Su nombre es Villa Hansen o Área de Hansen donde habita un grupo de ancianos que fueron contagiados de lepra a edades muy tempranas y encontraron en estas viviendas una segunda oportunidad para retomar sus vidas. La villa está conformada por 20 pequeñas casas que contienen una sala, dos cuartos, una cocina y un pequeño jardín, pero de estas, solo 17 están habitadas. Los pacientes ya no tienen lepra, pero debido a sus discapacidades o secuelas de la enfermedad, deben quedarse en sus viviendas para seguir con sus cuidados y tratamientos.
La siguiente narración es parte del libro Historias y relatos del hospital Gonzalo González. El autor es César Cabrera Zambrano, quién fue contagiado de lepra y decidió escribir su experiencia de vida junto con la de sus compañeros dentro del antiguo leprocomio.

Estos son unos de los caminos que transcurren día a día los pacientes de Hansen. Rutas adoquinadas, que a su alrededor está llena de flores y grandes árboles de cada propietario de su villa.
LOS ENFERMOS
Eran pocos los hospitales donde los pacientes de lepra podían ser tratados, entre ellos el hospital San Juan de Dios y el Hospital San Lázaro; sin embargo, al estar cerca de la ciudadanía, las autoridades decidieron buscar un lugar lejano para evitar el contacto con los enfermos de lepra.
Al ser expulsados los padres jesuitas, sus bienes quedaron abandonados. Entre sus propiedades existía una casa ubicada en Pifo que sirvió para trasladar a los enfermos y tenerlos ahí por un tiempo, pero al ser muy lejano, los doctores encontraron dificultades para llegar al lugar.
El Hospital San Lázaro actualmente es un centro psiquiátrico que forma parte del Ministerio de Salud y está situado cerca del antiguo San Lázaro en el Centro Histórico de Quito.
COMPRA DEL TERRENO
Como se comenta en el libro, las Hermanas de la Caridad, quienes cuidaron a los enfermos de lepra, decidieron buscar un lugar estable para sus pacientes. Entre sus opciones estaba una gran hacienda ubicada por el barrio de La Vicentina que contaba con 10. 000 metros cuadrados. Contenía varias oficinas, una capilla, una cocina y dos departamentos con siete pabellones. Al frente de la capilla había una pared de ladrillo de 5 a 6 metros de altura que evitaba el contacto de los hombres y las mujeres contagiadas de lepra.
A partir del 15 de agosto de 1927, la hacienda de La Vicentina tomó el nombre por Leprocomio Verde Cruz, un lugar que poco a poco se convirtió en un centro de seguridad resguardado con ladrillos y con vigilantes para evitar que los enfermos se escapen. En el libro se menciona que existían 130 enfermos que fueron abandonados por sus familiares, mientras que otros fueron al lugar por decisión propia. En algunos de los relatos se menciona que sus bienes fueron quemados para que la enfermedad no se esparza.
Alrededor de 1970, el gobierno decidió que la hacienda forme parte del Ministerio de Bienestar Social, siendo el responsable de los cuidados de los pacientes de Hansen, pero esto no fue del agrado de los enfermos puesto que debido al descuido de la institución gubernamental, los tratamientos eran cada vez peor.
Al no encontrar una solución al respecto, los pacientes decidieron salir del leprocomio y dirigirse al Palacio de Gobierno, recorriendo las calles del centro de la ciudad. Las autoridades al enterarse de lo sucedido, buscaron a los pacientes en las vías donde transcurrían para convencerlos de que su atención en el leprocomio será mejor. Mientras tanto, el Municipio se encargó de fumigar las calles donde habían caminado los enfermos.
Bienestar Social es actualmente el Ministerio de Inclusión económica y Social. Su nombre fue cambiado por el ex presidente Rafael Correa Delgado.
AISLAMIENTO
Se evitó todo tipo de contacto con los pacientes de lepra, así que tanto los médicos como el personal de cocina y limpieza tenían su sistema reforzado de higiene y protección. La alimentación ingresaba por una ventana que contenía un pasador. Cuando el paciente tenía visitas, debía ponerse un traje encima de su ropa y si deseaban ir a misa, existía una gran cristal que dividía al sacerdote del paciente dentro de la capilla del hospital.
Los enfermos no podían usar su dinero puesto que las autoridades habían acordado hacer unos bonos de papel de diferentes cantidades y funcionaba como dinero que circulaba dentro del leprocomio. Después de su uso eran quemados. Tiempo después, les fue permitido usar billetes, pero los hervían y luego los planchaban para que la gente sana pueda usarlos.
En uno de los capítulos del libro se menciona que el muro antes nombrado colocado en la capilla, evitó que los hombres y las mujeres se conozcan con el fin de que no puedan tener hijos y esparcir más la enfermedad; no obstante, muchas parejas se enamoraron y por falta de protección sexual varias mujeres quedaron embarazadas.
Los niños cuando nacían los ponían en una casa hogar para evitar su contagio, tristemente a los días o meses los regresaban muertos para enterrarlos en el cementerio cercano del leprocomio. Años después se canceló este proceso y se permitió que sus hijos vivan con sus padres o abuelos.

César Cabrera Zambrano es un paciente de lepra que escribió dos libros: El primero basado en su vida como enfermo de Hansen y el segundo sobre las historias de sus compañeros.
SUS FIESTAS
Cada 15 de agosto se celebra el aniversario del Hospital, donde las autoridades realizaban una gran fiesta con artistas invitados, mientras que los pacientes de lepra ensayaban sus presentaciones dos meses antes para un gran show. Para Don César, esa era la oportunidad perfecta para conocer nuevos amigos, divertirse y también de enamorarse.
Después de las fiestas, para seguir en comunicación con sus parejas, los hombres enviaban su ropa en una canasta y en sus dobladillos había notas de amor para sus amadas, otros preferían lanzar pequeñas piedras amarradas con las cartas para pasar el muro y que sus novias puedan leerlo.

Esta es la tarima donde los pacientes de lepra o invitados realizaban sus presentaciones de danza o canto. Gustavo Herdoiza, ex dueño de radio Tarqui era el encargado de traer a los artistas invitados y trasmitir el programa en vivo.
VIVIENDAS
En 1972, La Fundación Alemana decidió construir una pequeña villa para los enfermos de lepra en la parte baja de los terrenos del leprocomio. En total fueron 20 casas donde los pacientes, junto con sus familiares vivieron por varios años. Lamentablemente, aquellos que vivían ahí debían mentir respecto a su dirección, porque en los trabajos no aceptaban familiares de pacientes de lepra y mucho menos que vivan dentro del hospital. Muchos optaron por trabajar dentro del leprocomio, otros simplemente decidían ocultarlo o mentir.
HOSPITAL DERMATOLÓGICO
Los avances médicos y científicos identificaron que la lepra es una enfermedad de difícil contagio y que los enfermos no deben estar encerrados, así que el leprocomio Verde Cruz cerró para formar el nuevo Hospital Dermatológico Gonzalo González en 1977. Este lugar permitió que los pacientes recién detectados de lepra eviten aislarse y puedan regresar con su familia después de los tratamientos adecuados.
Mientras tanto, para quienes decidieron quedarse en la villa, los años pasaban y los pacientes de lepra junto con sus viviendas iban envejeciendo. Los hogares habían tenido poco mantenimiento y tanto sus paredes como techos se encontraban en mal estado. En el año 2014 se reconstruyó las casas para mejorar sus condiciones de vida.

César Cabrera Zambrano a la edad de los 11 años tuvo los primeros síntomas de lepra. Él vivía en la Concordia vía a Esmeraldas. Un día inesperado unos padres misioneros lo llevaron a la ciudad de Quito para recibir los tratamientos adecuados para su enfermedad.
EN LA ACTUALIDAD
Por cuestiones administrativas, el Hospital Dermatológico Gonzalo González es actualmente el nuevo Centro de Salud tipo B de la Vicentina, acompañado por el Centro de Tratamiento de Adicciones. El nombre oficial del lugar de los pacientes de lepra se lo conoce como Área de Hansen.
Al ingresar al sector, lo primero que se observa es un pequeño edificio que conforma el Centro de Salud donde los moradores realizan sus chequeos médicos. En la parte media, se encuentra el Centro de Adicciones. Finalmente en la parte baja del terreno, se localiza estos pequeños conjuntos habitacionales de color blanco hueso, cada casa pegada a la otra, acompañada de un pequeño jardín delantero y su número respectivo que ayuda a identificar al paciente.
Cada casa tiene un pedazo pequeño de terreno donde pueden realizar sus plantaciones, la mayoría tiene cultivo de choclos porque el clima lo favorece. Entre los pacientes se comparten sus frutos y vegetales como muestra de cariño y amistad, puesto que siendo una pequeña comunidad, todos se ayudan con todos.
Alrededor de las casas, existe un pequeño parque donde los ancianos se sientan a tomar el sol y esperan a que las palomas lleguen para poder alimentarlas. El parque tiene una gran variedad de flores y árboles que junto con sus adornos, alegran la villa.
ADMINISTRACIÓN
Según la administradora técnica del Centro de Salud La Vicentina, Diana Cajamarca, los 17 pacientes de Hansen cuentan con médicos, psicólogos y auxiliares que están al tanto del cuidado de cada uno de ellos. Ninguno usa tratamiento antibiótico de lepra, debido a que ya han sido curados, pero por la edad, la mayoría sufre de hipertensión, párkinson o diabetes y necesitan chequeos constantes. El paciente más joven de la villa tiene 54 años, mientras que los más adultos al sobrepasar los 70 años, presentan problemas de movilidad con sus articulaciones.
Respecto a la infraestructura, el Distrito de Salud es el encargado de los arreglos y adecuaciones del lugar. Una vez por semana la administración está al tanto de la villa, mientras que a fin de mes el Distrito realiza una reunión con los pacientes de Hansen para conocer más de cerca sus problemas o necesidades.

La historia del antiguo leprocomio que cuenta César Cabrera en su libro Historias y relatos del Hospital Gonzalo González, permite un acercamiento más profundo de cómo se desarrolló esta pequeña comunidad, buscando un lugar estable donde puedan encontrar una segunda oportunidad, lejos del estigma social y el rechazo.
Algunos de los pacientes que se contagiaron de esta bacteria a una edad temprana no pudieron culminar con sus estudios o conseguir un trabajo fuera del antiguo leprocomio. Otros, abandonaron sus hogares; sin embargo, algunos de sus familiares siguen al pendiente de ellos con visitas cada cierto tiempo.